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En el corazón de cada motor de vehículo eléctrico (VE) se encuentra un componente cuya precisión es fundamental para la eficiencia: el núcleo del estator y el rotor, construido con miles de delgadas láminas de acero apiladas. Estas no son simples discos metálicos; son la primera línea de defensa contra la pérdida de energía. La razón fundamental para usar láminas en lugar de un bloque sólido de acero es combatir las corrientes parásitas. Cuando un núcleo metálico sólido se somete a los campos magnéticos rápidamente cambiantes del motor, actúa como una espira en cortocircuito, generando corrientes turbulentas que producen un calor considerable, desperdiciando energía y reduciendo la eficiencia.